domingo, octubre 12, 2008

Orígenes de frases que usamos habitualmente

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Orígenes algunas de las frases que usamos habitualmente.

La tercera es la vencida

Expresión de tono optimista que asegura que, luego de haber fracasado en dos intentos, la próxima vez se logrará lo propuesto, por lo que se exhorta a la persona a perseverar en su esfuerzo. El origen parece estar en el vocabulario de la lucha cuerpo a cuerpo (y en otras clases de enfrentamientos), en la que el luchador que derribaba tres veces a su adversario ganaba, aunque algunos sostienen que, primitivamente, se consideraba ganador al que mejor se desempeñaba en un total de tres juegos. Como vemos, siempre era el número tres el elegido. En el ámbito de la Justicia de los siglos XVI y XVII, en la práctica procesal del derecho penal, se establecía la muerte al tercer robo, con lo que para el reo, al igual que para el luchador, la tercera, era la vencida.


Armarse la gorda

Dicho popular que se aplica referido a alboroto y refriega y que se utiliza con previsión de futuro (“se va a armar la gorda”) e indica la proximidad de un acontecimiento violento y sonado. Es de origen histórico y se refiere a “La Gorda”, nombre con el que se conoció en Andalucía la revolución española de 1.868 contra la inoperancia del reinado de Isabel II. Dicha revolución fue más comúnmente conocida como “La Gloriosa” o “La Septembrina”, por haberse producido en el mes de septiembre. Los liberales españoles, que perseguían la instauración de una república parlamentaria, esperaban que se produjera la gran revolución, la definitiva, la gorda, aunque a la postre fue tan inoperante como el régimen monárquico al que sustituyó.


Bajo la batuta

“Batuta”, procedente del término italiano “battuta”, que significa “pulsación”, está presente en la construcción de diversos modismos castellanos. A saber :
“Bajo la batuta”, que tiene dos acepciones : dirigiendo una orquesta y estar bajo el mando y la dirección de otra persona.
“Llevar la batuta”, más o menos equivalente al modismo anterior, alude a llevar el mando, la dirección, la responsabilidad, determinando lo que se ha de hacer o la conducta que se debe seguir.
“Tomar la batuta”, tomar el mando o la dirección de una empresa o acto. En ocasiones, en lugar del verbo “tomar” puede aparecer algún otro verbo equivalente.


Cantarle a uno las cuarenta

Esta expresión popular tiene su origen en un juego de naipes muy popular en España : el “tute”, que se juega con la baraja española y sigue las reglas de los juegos de naipes para conseguir ganar una baza, es decir, el predomino de un naipe de mayor valor facial sobre uno de menor y el predominio del palo que pinta o triunfa sobre los que no. Además tiene una serie de reglas particulares. Durante el juego son habituales las bravuconadas, las burlas y las amenazas sobre el juego, utilizando expresiones como: “¡te voy a cantar las cuarenta!”, expresión que se ha convertido en sinónimo de regañar con dureza a una persona sin darle la más mínima opción de réplica, de echarle en cara algún comportamiento inconveniente y censurable, imitando esta baza del juego del “tute” en el que suelen cantarse las cuarenta (como máximo una sola vez en cada partida).

Dar gato por liebre

Si hay algo que ha mantenido la tradición con el paso de los siglos, es, sin duda, la mala fama de las posadas, hosterías y fondas, respecto de la calidad de sus comidas.
La literatura universal está llena de alusiones, muchas de ellas irónicas, acerca del valor de los alimentos ofrecidos en ellas.
Y era tanto el descrédito de estos lugares, que llegó a hacerse usual entre los comensales la práctica de un conjuro, previo a la degustación, en el que aquellos, parados frente a la carne recién asada, recitaban:
Si eres cabrito, manténte frito;
si eres gato, salta al plato.
Por supuesto, este "exorcismo" nunca sirvió para demostrar la veracidad de la fama de la posada, pero dio origen a la expresión “dar gato por liebre”, que con el tiempo se incorporó al lenguaje popular como equivalente de engaño malicioso por el que se da alguna cosa de inferior calidad, bajo la apariencia de legitimidad.

De pé a pá / Ni fú ni fá

"De pe a pa" es una locución existente desde antiguo en nuestra lengua castellana. En el acto XVIII de la Celestina (1499) el rufián Centurio dice lo siguiente: "Yo te juro por el sancto martilogio, de pe a pa, el braço me tiembla de lo que por ella entiendo hazer, que contino pienso cómo la tenga contenta y jamás acierto".
Fue recogida también por Gonzalo de Correas en su "Vocabulario de refranes" con el significado: "decir las cosas claras", aunque su sentido actual es "del principio hasta el final".
Hay dudas sobre su origen y aunque algunos han intentado dar explicaciones inverosímiles sustentando sus raíces en el vasco o en el hebreo, parece tratarse simplemente de una locución creada por el simple placer de la similitud o el sonsonete, similar, por tanto, a muchas otras que existen en nuestro idioma y en todas las lenguas.
Lo mismo es aplicable a la frase "ni fu ni fa", cuya creación debe ser más reciente y cuyo significado tanto puede ser "ni una cosa ni la otra", como "nada de nada", si bien pudiera interpretarse como analogía de otras locuciones, tales como "Ni chicha ni limoná" o "Ni carne ni pescado".


Echar un polvo

Dos acepciones incluye la Real Academia Española de la Lengua sobre el concepto “polvo” y ambas están relacionadas con el significado y procedencia de este dicho. Una de ellas es la denominación de lo que en el lenguaje de la droga se conoce con el nombre de “heroína". La otra, coloquialmente y en términos vulgares, es la denominación de “coito”.
En el léxico de nuestros días se ha impuesto la segunda acepción, que equivale, sencillamente, a "copular", si bien en sus orígenes su significado era bien distinto y estaba más en consonancia con la primera definición facilitada.
”Echar un polvo” solía utilizarse como sinónimo de consumir rapé (polvo de tabaco, también conocido como "polvo de Sevilla". Dicha droga era de uso común entre los nobles españoles, quienes, cuando se retiraban a "echar un polvo", se referían precisamente a esta consumición. El cambio de significado parece tomado del Génesis, y más en concreto de la liturgia "del polvo vienes y en polvo te convertirás" y del evidente silogismo que el léxico popular asimiló como significado de la frase.


El oro y el moro

Es una locución bastante difundida en nuestro lenguaje coloquial y, por lo general, se usa para ponderar el precio y el aprecio (a veces, bastante exagerado) de una cosa o persona.
El origen del dicho fue un hecho de armas protagonizado por un grupo de caballeros jerezanos durante las guerras de la Reconquista española.
Sucedió que, durante una incursión afortunada, estos caballeros lograron capturar a unos cincuenta moros notables, entre los que se encontraban Abdalá, alcaide de la ciudad malagueña de Ronda y un sobrino de éste, llamado Hamet.
El alcaide obtuvo muy pronto su rescate, mediante el pago de una fuerte suma de dinero, pero no así los demás -ni siquiera su sobrino Hamet-, pese a los enérgicos requerimientos del propio rey Juan II de Castilla.
Los caballeros -y particularmente, la esposa de uno de ellos- exigían la entrega de cien doblas (monedas castellanas de oro) por la liberación del cautivo.
En virtud de esto, el rey ordenó que Hamet fuese trasladado a la Corte, pero debido al litigio entre el soberano y los caballeros por el cobro del rescate, la malicia del pueblo no tardó en acuñar la frase “quedarse con el oro y el moro”, aplicada a la sólo aparente intención negociadora (en su favor) del rey.
Con el tiempo, el dicho comenzó a aplicarse para censurar a toda persona que pretende retener más de lo que le corresponde por derecho, y así es como lo usamos en la actualidad.


El que se fué a Sevilla, perdió su silla

Durante el reinado en Castilla de Enrique IV de Trastámara, un sobrino de don Alonso de Fonseca -arzobispo de Sevilla- fue a su vez designado arzobispo de Santiago de Compostela, pero suponiendo el tío que, a causa de las revueltas que agitaban Galicia, a su sobrino le costaría tomar posesión de su cargo, se ofreció para adelantarse a Santiago con el objeto de allanarle las dificultades. A cambio, le pidió a su sobrino que lo reemplazase en los negocios de su sede en Sevilla. Así se hizo y con los mejores logros, de manera que una vez que don Alonso, concluida la gestión, regresó a Sevilla, se halló con la desagradable sorpresa de que su sobrino se resistía a abandonar la sede arzobispal, alegando que el arreglo había sido permanente. Para reconducir el litigio se hizo necesaria la intervención del Papa y hasta la del propio rey Enrique. El joven, una vez que viajó a Santiago acabó siendo preso y sentenciado a cinco años de condena por otros delitos, pero su carrera continuó y llegó a ocupar los más altos cargos eclesiásticos hasta ceder la sede compostelana a su propio hijo. De aquel suceso, muy comentado en su tiempo, nació el dicho que seguramente en su origen debió ser : “ El que se fue de Sevilla, perdió su silla” y no como aún hoy lo conocemos, “El que se fue a Sevilla, perdió su silla” .


Entre pitos y flautas

Popular locución española que viene a significar “entre unas cosas y otras”. Suele también utilizarse en la forma “por pitos y flautas”, o sea, por un motivo o por otro. Igualmente, con el término “pito” se construyen otros modismos, tales como : “¿qué pito toca?” o su variante de interrogación retórica en sentido negativo (¿toca algún pito?, no sé que pito toca). “Tomar por el pito del sereno”, en el sentido de tratar a una persona con poca o ninguna consideración. “Importar un pito (o tres)” coloquialmente utilizado en el sentido de “nada”.

Irse a hacer puñetas

Suele utilizarse esta castiza frase en sentido peyorativo, cuando se quiere significar el deseo de que una persona se aleje de la vista del interlocutor que la expresa o, simplemente, intenta mostrarle rechazo ante un determinado comportamiento importuno.
Las “puñetas” se refieren al nombre de las bocamangas de algunas togas, que se adornaban con bordados o puntillas. El bordado y puntilleo exigían un trabajo lento, arduo y paciente por parte de las mujeres que lo elaboraban. De ahí que la expresión indique que no se desea ver a la persona a la que se envía a hacer puñetas en un largo periodo de tiempo.


Mea culpa

Sintácticamente, esta expresión de origen latino es un complemento circunstancial de causa y su traducción literal es “por mi culpa”. Sin embargo se ha substantivado, y cuando uno entona el mea culpa quiere decir que se está declarando culpable de alguna acción negativa. La expresión está tomada de la liturgia de la misa cristiana, cuando se decía en latín y el sacerdote se declaraba pecador y dándose tres golpes de pecho decía “mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa”, que significa “por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa”.


No es moco de pavo

El uso coloquial de está expresión popular está referido a lo que tiene importancia y valor.
El Diccionario de la Real Academia Española define "moco de pavo" como:
1. m. Apéndice carnoso y eréctil que esta ave tiene sobre el pico.

2. m. Planta herbácea de adorno, de la familia de las Amarantáceas, con tallo grueso, verde, ramoso, de algo más de un metro de altura, hojas aovadas lampiñas, y flores generalmente purpúreas, dispuestas en grupos de espigas colgantes alrededor de otra central más larga.

3. m. Méx. amaranto (planta).

De estas tres definiciones, es la primera a la que se refiere el origen del dicho. Proviene de los tiempos en los que se utilizaba el reloj de bolsillo con cadena. Los ladrones, cuando divisaban alguna de ellas asomando de un bolsillo, aprovechaban la confusión del gentío para hurtar el reloj, pero dejaban la cadena por su escaso valor. En el argot de la delincuencia de aquellos tiempos, las víctimas eran denominadas “pavos” y las cadenas, "mocos". De ahí la procedencia de la expresión.


Quemar las naves

El significado de esta expresión es el de ‘tomar una resolución extrema con la imposibilidad de volver atrás, aunque esto suponga una pérdida o un sacrificio grande’. Hace referencia a un hecho histórico que tuvo como protagonista a Hernán Cortés (1485–1547). En 1518 emprendió la conquista de México con once naves que partieron de Santiago de Cuba y anclaron en la actual ciudad de Veracruz. Decidido a adentrarse en territorio desconocido y a seguir avanzando tierra adentro, se dice que para evitar que sus tropas desertaran y se volvieran atrás, quemó los barcos. Otras versiones, seguramente más fiables, dicen que solamente los hundió o los inutilizó.
En el léxico popular esta locución de “quemar las naves” ha quedado también como sinónimo de una solución o apuesta arriesgada ante una situación problemática.

Ser cabeza de turco

Esta expresión alude a quien resulta objeto de acusaciones o responsabilidades y sujeto unilateral de las mismas, siendo culpado, generalmente, por las acciones de todo un grupo. Proviene, probablemente, de tiempo de las Cruzadas, cuando los cristianos se dedicaban a cortar las cabezas de los turcos como quien pela patatas. Otro posible origen puede proceder de la batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571), cuando el almirante turco Alí Bajá fue decapitado por un galeote cristiano con su hacha de abordaje, tras una rebelión de los cristianos prisioneros que navegaban en las galeras turcas. Aquel célebre episodio de Lepanto terminó con una escabechina : sólo 50 de las 300 naves turcas pudieron escapar y se contaron por miles las cabezas de turco que cayeron bajo los filos de las espadas cristianas.


Ser un atorrante

Dícese de esta frase hecha que es de origen lunfardo, argentino, con el significado de “ser un vago, alguien que vive al día y sin trabajar”, si bien en el castellano de España tiene el sentido despectivo referido a “ser persona desfachatada y desvergonzada”, mientras en Honduras significa “persona errante, vagabundo sin domicilio fijo”. Los argentinos creen que esta expresión procede de cuando se construyeron las primeras cloacas modernas en Buenos Aires, a fines del siglo XIX, en las que se utilizaron enormes cañerías cuyo fabricante era un tal "A. Torrant". Tales conductos eran el refugio elegido por los mendigos para dormir. De "atorrante" deriva, según una página argentina, el lunfardo "rante" y "rantifuso". En su "Musa rea", Celedonio Flores admite tener "un alma rantifusa".


Tirar la casa por la ventana

El significado literal de esta vieja locución española es el de “derrochar, gastar sin ningún control ni medida”. Su origen se remonta al reinado de Carlos III en la España del siglo XVIII, cuando se estableció el juego de la lotería organizada por el Estado, que garantizaba el pago de los premios, razón por lo que el juego citado se popularizó de inmediato. Dícese que los primeros ganadores de aquella lotería española, para celebrar su reciente e inesperada fortuna, solían arrojar desde las ventanas de sus casas todo aquello que ya no iban a usar más: ropas, platos, muebles y muchos otros enseres. Por extensión, hoy la frase se aplica, fundamentalmente, a aquellas personas que viven por encima de sus posibilidades económicas.

Vía Carlos Rivera y Taringa

2 comentarios:

Tordek dijo...

Quemar las naves, por nombrar tan solo uno de tus ejemplos, tiene un origen todavía más viejo que Cortés: http://en.wikipedia.org/wiki/Point_of_no_return : Xiang Yu, en la batalla de Julu, en el 207 AC.

Lo de Atorrante oí una vez que venía del lunardo "Torrar", "dormir". Pero no aseguro nada.

Siempre sirve verificar las fuentes ;)

Betina Marazzo dijo...

"MAS PROBLEMAS QUE LOS PEREZ GARCIA": el otro día mi vieja me contó que este dicho viene de una radio-novela, en la cual la familia Perez-García, siempre tenía lios, problemas a más no poder.